26 de febrero de 2012

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA



Jesús aceptó nuestra naturaleza humana y pasó por los caminos que nosotros pasamos. Las tentaciones de Jesús son también las nuestras:

“No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Con demasiada frecuencia tratamos de alimentarnos solamente con el pan que nosotros amasamos. Es decir, nos apoyamos tan sólo en nuestros proyectos y nuestros éxitos. Pero sólo la palabra de Dios puede sostener nuestra vida y nuestra fe.

“No tentarás al Señor tu Dios”. Muchas veces traspasamos la frontera de lo racional en el uso de nuestro cuerpo, en la educación de los demás, en la explotación de la naturaleza. Y, al toparnos con los funestos resultados de nuestras decisiones, acusamos a Dios de habernos abandonado. Olvidamos que sólo él garantiza nuestra esperanza.

“Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”. La idolatría no es un pecado antiguo. Ateos y creyentes prestamos adoración a cosas, bienes, instituciones o ideologías como si pudieran salvarnos del fracaso y de la náusea. Pero es preciso confesar que la verdadera libertad sólo puede nacer del amor que viene de Dios.


Señor,

Cuando tenga hambre… dame alguien que necesite comida;

Cuando tenga sed… dame alguien que precise agua;

Cuando sienta frío… dame alguien que necesite calor.

Cuando sufra… dame alguien que necesita consuelo;

Cuando mi cruz parezca pesada… déjame compartir la cruz del otro;

Cuando me vea pobre… pon a mi lado algún necesitado.

Cuando no tenga tiempo… dame alguien que precise de mis minutos;

Cuando sufra humillación… dame ocasión para elogiar a alguien;

Cuando esté desanimado… dame alguien para darle nuevos ánimos.

Cuando quiera que los otros me comprendan… dame alguien que necesite de mi comprensión;

Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí… dame alguien a quien pueda atender;

Cuando piense en mí mismo… vuelve mi atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor de servir a nuestros hermanos; dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

Madre Teresa de Calcula

22 de febrero de 2012

40 DIAS.... DE CONVERSION

Imagínate que un día sales de casa, porque has quedado con alguien con quien sueles encontrarte siempre en el mismo sitio. Antes de salir, no ves que te ha escrito un e-mail diciéndote que no estará allí, sino en otro lugar. Sales de casa, sabiendo de sobra las calles por las que tienes que ir, el autobús que tienes que coger y la parada en la que tienes que bajarte, porque no entra en tu esquema que haya cambiado sus planes.

Da la casualidad de que el autobús, se detiene en la parada donde te está esperando tu amigo. Él te ve y te hace señas para que bajes, pero vas a lo tuyo, oyendo música, mirando el reloj porque el autobús se ha retrasado y no te enteras.

Él echa a correr hacia la siguiente parada mientras te llama al móvil para decirte que te bajes. Pero con la música, no te das cuenta de que te está llamando. De hecho, ni siquiera ves que la persona que va a tu lado te hace señas indicando que te está sonando el móvil.

Tu amigo, viendo que no puede avisarte, decide esperar al siguiente autobús e ir al sitio de siempre y allí contarte lo ocurrido. Es verdad que el resultado es el mismo; un encuentro, pero todo hubiera sido más sencillo si te hubieras planteado que podía haber cambios, o hubieras prestado atención a tu móvil.

Creo que en la relación con Dios, muchas veces nos ocurre lo mismo. Salimos a buscarle donde siempre le hemos encontrado, sin pensar que puede estar esperándonos en un sitio nuevo. Por eso, tal vez la Cuaresma sea un buen momento para recalcular nuestra ruta y con todo, mirar al móvil de vez en cuando, atentos a sus mensajes.

Si me despierta y saca de la mediocridad, si compromete y complica mi vida, pero la llena y da sentido..., es tu voz.

Si me hace salir de mi tierra, de mi pequeña isla o mar y me lanza al mundo entero..., es tu voz.

Si llama al corazón, al amor, a la generosidad, a la ilusión..., no al miedo ni al temor..., es tu voz

Si me invita a ser profundamente feliz y a hacer felices a los demás... si habla el lenguaje de la confianza, del Padre a su hijo..., es tu voz

Si me hace descubrir la propia realidad de la pobreza, pero también lo que puedo hacer con su ayuda..., es tu voz

Si me va liberando de cosas, de mi egoísmo, de mí mismo; si rompe mis planes, como se los cambió a María de Nazaret… es tu voz

Si no me saca de este mundo, pero me hace estar en él como levadura, sal, luz..., es tu voz

Si me invita a acercarme, a estar y a sentir a los más pobres, a dar vida, alegría, esperanza, plenitud, sentido..., es tu voz

Si no me llena de palabras para avasallarme, sino que en ocasiones calla y hace silencio invitándome a la reflexión, a la búsqueda humilde y a la oración paciente.... es tu voz.

Si esa voz va germinando en mí lentamente, como la semilla en el surco, si me invita a centrarme en Ti, a seguirte, a convivir contigo..., es tu voz.

Si es como un eco evangélico, si en la oración no puedo sacármelo del pensamiento..., es tu voz.

Si es para extender tu Reino, mejorar el mundo, hacerlo más humano, anunciarte y anunciar tu Buena Noticia, y no para anunciarme a mí mismo..., es tu voz.

13 de febrero de 2012

CONTÉ CON DIOS PARA DECIDIR SOBRE MI FUTURO


Dios se hace presente a través de los acontecimientos, y eso fue lo que a mí me ocurrió.

Desde que recuerdo he sido buena estudiante aunque solo de notables. Por eso pude entrar en la universidad, aunque no me libré de sufrir unos meses de incertidumbre de la lista de espera; pero al final accedí a la carrera que yo quería, Publicidad y Relaciones Públicas. Tenía 17 años, a punto de cumplir los 18.

Antes de continuar con mis 18 años me remontaré a los 14, cuando terminé la etapa de EGB (pertenezco a la última promoción) y fui al Instituto. Cuando empecé el Instituto, lo cual supuso un cambio importante, seguí en relación con el colegio donde había estudiado, “el Divina”, como se le llama en el pueblo, es decir, el colegio Divina Pastora de las RR. Calasancias. Seguí vinculada, digo, porque me animaron a ser monitora del Movimiento Calasancio, un grupo juvenil cristiano. Recuerdo con cariño a mis primeros “niños” del Movimiento, para los que procuraba preparar unas reuniones entretenidas y que a la vez les ayudaran a conocer más a Dios. No fue fácil por la falta de experiencia y de autoridad que conllevaba mi adolescencia pero, no sé por qué razón, yo seguía ahí.

Recuerdo mi etapa de Instituto con dos sentimientos un tanto contradictorios: desconcierto –propio de la adolescencia- e inquietud (de la buena) por plantearme mi vida, es decir, mi futuro. Esta situación no fue disminuyendo con el paso de los años, sino que aumentó la necesidad en mí de descubrir hacia dónde orientaría mi vida. Solamente una cosa tenía clara: que lo más importante para mí eran las personas y Dios.

Esta búsqueda –ahora me doy cuenta- me llevó a apuntarme a un grupo de teatro, donde descubrí la magia de este arte y disfruté metiéndome en la piel de diferentes personajes. Permanecí en el grupo dos años. Con el inicio de COU (antiguo “Curso de Orientación Universitaria”) tomé una decisión un tanto radical: dejar mis actividades extras -excepto salir con mis amigas los fines de semana- para centrarme en un año que se presentaba duro a causa de la temida selectividad. Por esta razón, me armé de valor y fui a hablar con la directora del grupo de teatro para dejarlo. Y así fue. El segundo paso que quería dar era dejar el Movimiento Calasancio y, por tanto ir desligándome del colegio, para así tener los viernes libres para estudiar. Me dirigí al colegio para hablar con la religiosa responsable y recuerdo que salí de allí con unos folios que contenían las actividades de la próxima convivencia. No fui capaz de dejarlo y hoy, verdaderamente, me alegro de ello.

Para no alargar más mi historia, me adentro ya en el año de mi mayoría de edad, un año que fue decisivo para mi vida. Empecé con muchas ganas la universidad. Por primera vez iba a estudiar fuera de mi pueblo y tendría la oportunidad de conocer gente nueva. La cosa comenzó bien y la carrera me gustaba. Pero después empecé a imaginarme trabajando en una agencia de publicidad e intuí que eso no me iba a llenar. Por otro lado, seguí en contacto con los grupos del colegio y, aunque ya había elegido carrera, sentía dentro de mí que no estaba del todo satisfecha. Me quedaba algo más por elegir. Y no podía dejarlo esperar porque algo en mí me empujaba a seguir buscando y preguntándome ¿Quería casarme? Por supuesto que sí; no me imaginaba una vida feliz siendo soltera. Pero primero tendría que encontrar al chico adecuado, y en la universidad no acababa de encontrarlo. Pero ¿y ser monja? es decir ¿ser religiosa? Dios seguía siendo alguien importante en mi vida y, sin yo imaginármelo, lo sería todavía más. Pero, entonces ¿qué hacía yo estudiando Publicidad y Relaciones Públicas? En aquellos momentos estaba hecha un lío, y ¡qué mal se pasa cuando no se ve nada claro!

Pero por suerte, llegó una luz a mi vida –aunque tengo que decir que al principio fue algo que todavía trajo más oscuridad-. Fue un acontecimiento inesperado: iba a tener un hermano. No he contado que hasta entonces yo vivía con mis padres y mi hermano, tres años más pequeño que yo. Pues bien ahora, en mi mayoría de edad, llegaba un bebé a mi vida, un nuevo hermano. ¿Qué podía yo pensar ahora? ¿Qué estaba pretendiendo Dios con todo esto? Al principio me asusté; temía que la cosa saliese mal, ya que mi madre no era una jovencita. Fue en aquellos momentos de mayor incertidumbre cuando comencé realmente a orar. Me buscaba un rato, cerraba la puerta de mi habitación y me sentaba en el suelo. Ponía delante de mí alguna tarjeta con la imagen de Jesús, cogía el Evangelio del día y me ponía a rezar. Y realmente aquello me fue cambiando por dentro. Se me fue el miedo y vi con esperanza el nacimiento de mi hermano. Y sobre todo descubrí a un Dios distinto del que hasta entonces había conocido. Era un Dios que se hacía muy cercano a mí, que me daba a entender que TODO, TODO lo que estaba viviendo era sabido y vivido también por Él. De la mano de estos acontecimientos COMENCÉ A CONFIAR. Y esta fue la clave para descubrir qué era lo que Dios quería de mí. Le dije una y otra vez: “Tú sabes mejor que yo qué debo hacer” y, como Samuel, “habla, Señor, que tu sierva escucha”. Día tras día, con confianza le preguntaba. Y él me fue contestando en la oración y en la vida.

Nació mi hermano, un niño precioso. Fue una experiencia única el poder cuidar de él desde el día en que nació. Gracias a él descubrí a un Dios hecho carne en los pequeños, en los niños (“quien acoge a un niño como este, me acoge a mí”). Y descubrí a un Dios Bueno que nos hacía un regalo tan grande a mí y a mi familia.

No me puedo extender más, así que termino ya mi historia. A través de estos acontecimientos me di cuenta de que mi vida estaba totalmente ligada a Dios. Después de meditarlo mucho, decidí dejar la carrera de Publicidad y comenzar Filología Hispánica, con la intención de dedicarme a la educación. Un año después, fui al camino de Santiago y en esa experiencia descubrí que Dios había estado caminando a mi lado durante toda la búsqueda y que, por fin, llegaba a la meta. Físicamente, llegué a Santiago. Interiormente descubrí para mí una vida unida a Dios como Calasancia, sirviéndole a Él en la educación de los niños y jóvenes. Había tenido muy cerca la respuesta pero estaba demasiado ciega para verla. Sin pensarlo más, dejé mi casa e inicié la etapa de formación.

Hoy me alegro de haber contado con Dios para decidir sobre mi futuro. Creo que no podría ser más feliz de lo que soy ahora.

Miriam Esteve Cerdá

Religiosa Calasancia

5 de febrero de 2012

SU AMOR TIENE LA ULTIMA PALABRA EN MI VIDA


En Toda historia de Amor hay un momento único hecho de gestos, palabras o silencios que determinan su inicio, o más bien, que alumbran en la propia conciencia la existencia de otros y de Otro. Una Presencia capaz de sellar para siempre en nosotros el “sentido”.

Pues bien, en toda vocación, que no es otra cosa que una historia de amor, existen también estos gestos esenciales que marcan un giro en la vida iniciando así una andadura de indiscutible plenitud. Y de éstos quiero compartirles, los cuales me recuerdan la deuda infinita que tengo con Aquel que me llamó a seguirle, y dentro de la familia calasancia, siguiendo las huellas que el P. Faustino nos señalara.

Si bien, con el paso del tiempo voy consTatAndo como Dios fue disponiendo todo en mi vida, preparándome desde niña y de a poco para hacer realidad su sueño en mí, la verdad es que hasta los 18 años, ni se me cruzaba por la mente ni me figuraba que iba a ser religiosa, al menos hasta que Alguien decidiera lo contrario. Y efectivamente, a esa edad, Alguien decidió y me habló a través de los acontecimientos y a través de mis deseos más profundos. Y en este, “su gesto”, me centraré. Gesto, gracias al cual la idea de consagrar mi vida a Dios comenzó a resonar por primera vez en mi mente y en mi corazón.

Será que desde siempre supe qué carrera quería estudiar y por lo tanto nunca experimenté incertidumbre al respecto, que me da gran pena cuando observo a muchos jóvenes a punto de egresar y prontos a incorporarse a la vida universitaria, que no saben aún qué carrera elegir; y preguntan, y buscan, y se inquietan, y realizan tests… Por el contrario, muy segura estuve siempre de estudiar Arte, que jamás me había planteado con mayor seriedad sobre mi futuro. Gustaba de la música, del diseño, de la pintura, del grabado; en fin, de todo aquello que me posibilitara hacer aflorar lo que con solo palabras no bastaba ni podía. Y tenía mis musas, mis momentos de inspiración, siendo uno de ellos, y muy especial: un “hermoso día de lluvia”. Esta disponía lo mejor de mí para crear, lo que me daba gran gozo.

Entonces, era parte de un grupo juvenil en mi parroquia, y en ese contexto conocimos a las religiosas calasancias, quienes con delicada sencillez y cercanía, nos invitaron a su casa y a compartir con ellas la misión que realizaban en el barrio donde vivían. Una tarde me decidí y las visité sin mayor pretensión que buscar un lugar de misión para los jóvenes del grupo. Y sin buscarlo, encontré mi propia misión gracias a dos “gestos” que comenzaron a inquietarme a partir de aquella visita y que nunca más se acallarían dentro mío.

Por un lado, por primera vez, estuve y caminé en medio de una realidad por demás de pobre, era mísera, las personas que allí vivían sufrían toda clase de necesidades, y no solo materiales. Aunque percibía en ellos una fe transparente y genuina capaz de embellecer de alguna manera aquella situación. Y acompañando a las hermanas, entraba en lo que hacía las veces de casas: unos cuantos cartones y chapas… que imaginaba con dolor, no los protegerían en nada de un “hermoso día de lluvia”.

Y por otro lado, me asombraba demasiado la alegría de las hermanas, sobre todo, manifestada naturalmente en medio de aquella realidad de dolor y desamparo. Las miraba y no entendía cuál era el motivo de sus radiantes rostros. Entonces comencé a intuir que algo inspiraba sus gestos de plenitud y sus vidas; algo más que un simple día de lluvia.

Creo que con lo dicho, el final o “el principio” de esta historia (de amor) ya se vislumbra y por ello, no hay mucho más que decir. A partir de aquel día comprendí, sin saber cómo se concretaría, que mi vida esTaba llamAda a ser cauce de ayuda para aliviar el dolor del hombre, de los más necesitados. Y desde entonces comenzó a palpitar una y otra vez en mi interior la pregunta acerca de la causa de esa alegría plena, sincera y única que había visto en los rostros de las hermanas. Y de a poco se me fue dando una respuesta, y me deje seducir por lo que iba descubriendo… hasta que finalmente se me concedió experimentar esa Alegría.

Ya nada iba a ser igual a partir de entonces. Mi camino había tomado definitivamente otro rumbo al pensado durante años, y aunque el arte me sigue atrayendo bajo sus múltiples expresiones, desde hace 20 años dejaron de ser mis musas los días de lluvia… sino Dios y su causa, a quien veo y sirvo en los niños y jóvenes que a diario Él me confía en el colegio. Y con gozo humilde y agradecido puedo decir, que a pesar de mis fragilidades, su Amor tiene la última palabra en mi vida dándole plenitud y sentido; y que en la noble tarea de la educación he encontrado la forma de ser cauce de ayuda, respuesta al hombre necesitado, al joven de hoy… siempre desde Su gracia y al amparo de nuestra buena Madre, la Divina Pastora.




Olga Guadalupe García Ferreira.- Religiosa Calasancia. San Miguel, Argentina.

2 de febrero de 2012

JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA

El día 2 de febrero es la fiesta de la Presentación del Señor en el templo. Desde el año 1997, por iniciativa del beato Juan Pablo II, se celebra ese día la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. En ese día miramos a la vida consagrada y a cada uno de sus miembros como un don de Dios a la Iglesia y a la humanidad. Juntos damos gracias a Dios por las Órdenes e Institutos religiosos dedicados a la la contemplación o a las obras de apostolado, por las Sociedades de Vida Apostólica, por los Institutos Seculares, por el Orden de las Vírgenes, por las Nuevas Formas de Vida Consagrada.

La tarde no sería igual sin sus amaneceres abarrotados de sugerencias y bellezas; la tormenta no sería igual sin la presunción del arco iris y su complicidad con la luz; la vida no sería igual sin la presencia de los altruistas y los que están dispuestos a entregarse en las causas más nobles de la humanidad; la Iglesia, pueblo de Dios, no sería igual si faltara el encanto, la sensibilidad y la belleza de la vida consagrada.