Pues bien, en toda vocación, que no es otra cosa que una historia de amor, existen también estos gestos esenciales que marcan un giro en la vida iniciando así una andadura de indiscutible plenitud. Y de éstos quiero compartirles, los cuales me recuerdan la deuda infinita que tengo con Aquel que me llamó a seguirle, y dentro de la familia calasancia, siguiendo las huellas que el P. Faustino nos señalara.
Si bien, con el paso del tiempo voy consTatAndo como Dios fue disponiendo todo en mi vida, preparándome desde niña y de a poco para hacer realidad su sueño en mí, la verdad es que hasta los 18 años, ni se me cruzaba por la mente ni me figuraba que iba a ser religiosa, al menos hasta que Alguien decidiera lo contrario. Y efectivamente, a esa edad, Alguien decidió y me habló a través de los acontecimientos y a través de mis deseos más profundos. Y en este, “su gesto”, me centraré. Gesto, gracias al cual la idea de consagrar mi vida a Dios comenzó a resonar por primera vez en mi mente y en mi corazón.
Será que desde siempre supe qué carrera quería estudiar y por lo tanto nunca experimenté incertidumbre al respecto, que me da gran pena cuando observo a muchos jóvenes a punto de egresar y prontos a incorporarse a la vida universitaria, que no saben aún qué carrera elegir; y preguntan, y buscan, y se inquietan, y realizan tests… Por el contrario, muy segura estuve siempre de estudiar Arte, que jamás me había planteado con mayor seriedad sobre mi futuro. Gustaba de la música, del diseño, de la pintura, del grabado; en fin, de todo aquello que me posibilitara hacer aflorar lo que con solo palabras no bastaba ni podía. Y tenía mis musas, mis momentos de inspiración, siendo uno de ellos, y muy especial: un “hermoso día de lluvia”. Esta disponía lo mejor de mí para crear, lo que me daba gran gozo.
Entonces, era parte de un grupo juvenil en mi parroquia, y en ese contexto conocimos a las religiosas calasancias, quienes con delicada sencillez y cercanía, nos invitaron a su casa y a compartir con ellas la misión que realizaban en el barrio donde vivían. Una tarde me decidí y las visité sin mayor pretensión que buscar un lugar de misión para los jóvenes del grupo. Y sin buscarlo, encontré mi propia misión gracias a dos “gestos” que comenzaron a inquietarme a partir de aquella visita y que nunca más se acallarían dentro mío.
Por un lado, por primera vez, estuve y caminé en medio de una realidad por demás de pobre, era mísera, las personas que allí vivían sufrían toda clase de necesidades, y no solo materiales. Aunque percibía en ellos una fe transparente y genuina capaz de embellecer de alguna manera aquella situación. Y acompañando a las hermanas, entraba en lo que hacía las veces de casas: unos cuantos cartones y chapas… que imaginaba con dolor, no los protegerían en nada de un “hermoso día de lluvia”.
Y por otro lado, me asombraba demasiado la alegría de las hermanas, sobre todo, manifestada naturalmente en medio de aquella realidad de dolor y desamparo. Las miraba y no entendía cuál era el motivo de sus radiantes rostros. Entonces comencé a intuir que algo inspiraba sus gestos de plenitud y sus vidas; algo más que un simple día de lluvia.
Creo que con lo dicho, el final o “el principio” de esta historia (de amor) ya se vislumbra y por ello, no hay mucho más que decir. A partir de aquel día comprendí, sin saber cómo se concretaría, que mi vida esTaba llamAda a ser cauce de ayuda para aliviar el dolor del hombre, de los más necesitados. Y desde entonces comenzó a palpitar una y otra vez en mi interior la pregunta acerca de la causa de esa alegría plena, sincera y única que había visto en los rostros de las hermanas. Y de a poco se me fue dando una respuesta, y me deje seducir por lo que iba descubriendo… hasta que finalmente se me concedió experimentar esa Alegría.
Ya nada iba a ser igual a partir de entonces. Mi camino había tomado definitivamente otro rumbo al pensado durante años, y aunque el arte me sigue atrayendo bajo sus múltiples expresiones, desde hace 20 años dejaron de ser mis musas los días de lluvia… sino Dios y su causa, a quien veo y sirvo en los niños y jóvenes que a diario Él me confía en el colegio. Y con gozo humilde y agradecido puedo decir, que a pesar de mis fragilidades, su Amor tiene la última palabra en mi vida dándole plenitud y sentido; y que en la noble tarea de la educación he encontrado la forma de ser cauce de ayuda, respuesta al hombre necesitado, al joven de hoy… siempre desde Su gracia y al amparo de nuestra buena Madre, la Divina Pastora.
Olga Guadalupe García Ferreira.- Religiosa Calasancia. San Miguel, Argentina.
3 comentarios:
Gracias, Olga, por compartir con nosotros tu experiencia vocacional.Que nunca falten gestos en tu vida que alumbren tu camino hacia el Otro y los otros.
NOS HA ENCANTADO LEER TU TESTIMONIO Y VER COMO TE HICISTE RELIGIOSA CALASANCIA. FUE UNA LLAMADA PRECIOSA.
TAMBIÉN NOS HAN GUSTADO LAS DOS FOTOS QUE ACOMPAÑAN EL TESTIMONIO ( UNA UN POCO MÁS QUE OTRA...)SEGURO QUE LO ADIVINAS .
MUCHOS ABRAZOS DESDE DAIMIEL Y GRACIAS POR TODO LO QUE NOS ENSEÑAS.
Yo no solo agradezco el hecho de que hayas compartido con nosotros tu historia de vida, sino que agradezco al Señor quien obro en ti su vocación, para que hoy nosotros te tengamos como guia de él en nuestras vidas. Y seas un referente calasancio tan importante como lo sos para todo aquel que te conoce y conoce por medio tuyo a Faustino, La Divina Pastora y al Señor.
Gracias Olga por cada uno de tus dias dedicado al servicio y adisposicion del Señor.
Te apreciamos mucho en mi familia, creo que ya lo sabes, pero siempre es bueno decirlo.
Andrea
San Miguel
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