"Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre sea glorificado. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará."
Jesús es ese grano de trigo. Tú y yo somos ese grano de trigo…, que si no muere no da fruto. Y que si no muere como grano bueno, no da fruto bueno para el Señor. No es fácil pues para ello hay que ir a contracorriente del “mundo”. Y aceptar y vivir la llamada paradoja de Jesús: que “el que ama su vida (piensa sólo en sí mismo), la destruye (la perderá para la vida eterna); y que “el que descuida su vida en este mundo (se olvida de sí por los demás), la conserva para la vida eterna”. Difícil, sin duda, pero piensa en lo que te recuerda el Señor: ¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su alma?