QUIERO SER TU TEMPLO, SEÑOR
Para que, en el sagrario de mi corazón,
habites y hables dándome el calor de tu Palabra,
quiero, Señor, que vuelques la mesa de mi orgullo
y sea dócil al soplo de tu Espíritu.
Sí, Señor;
quiero ser un templo de tu presencia
para que levantes en mí la verdad y la justicia
la paz y la alegría, el amor y la misericordia.
Un edificio en el que sólo tengas cabida Tú
y, donde las piedras,
tengan el sello del perdón y la esperanza.
Un rincón en el que puedas reinar
y sentirte a gusto, un templo de tu propiedad.
Sí, Señor;
quiero ser un templo
del cual te puedas sentir orgulloso,
en el que no exista suciedad ni comercio alguno
en el que, Dios, quiera siempre vivir y nunca marcharse.
Quiero ser tu templo, Señor,
edificado sobre tus diez mandamientos,
señalado con la cruz redentora,
fortalecido con la sabiduría divina,
rejuvenecido por tu Gracia.
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